La mente de Anekke había empezado el viaje mucho antes de llegar allí. Había imaginado muchas veces cómo sería ese lugar tan especial, y cuando sintió la calidez del aire en sus mejillas, una sensación de libertad recorrió todo su cuerpo. Aquel lugar la hizo estremecerse. Acababa de llegar a su destino, y allí todo se sentía diferente.
-“Respira hondo, Towanda, acabamos de llegar a Kenya “, nuestro camino solo acababa de comenzar.
– Anekke a Towanda.
A sus alrededores, todo irradiaba vida, e inmediatamente se adentraron en la riqueza de su cultura, aprendiendo su filosofía de vida, la bondad de sus habitantes, y descubrieron que la felicidad nace de las cosas puramente necesarias.
Towanda y Anekke, se transformaron en dos integrantes más, y como espíritus indomables, comenzaron a descubrir todo a su alrededor. Kenya era como un safari en libertad, en el que los animales eran dueños de sus hogares, y los humanos como invitados, aprendieron a ver el mundo mediante sus ojos. Al unir sus pisadas a las de otros que habitaban en ese maravilloso lugar, descubrieron que aunque sean distintos, el camino es el mismo.
El sonido de los árboles los guiaba entre la profundidad de los bosques, descubriendo a sus pasos las historias de mujeres maravillosas, que lucharon por preservar este entorno, sembrando miles de ideas nuevas en nosotros. Ideas que pronto, se transformarían en nuestros pilares de vida. Apreciar aquello que nos rodea, cuidarlo, y agradecerlo, cosas tan simples pero tan plenas y satisfactorias a la vez.
Anekke miró a Towanda, y entendió rápidamente que este viaje quedaría grabado para siempre en ellos. Ahora todo sería distinto, y es que Kenya hizo ese cambio. Permitió descubrir el pulmón de la naturaleza en estado puro. Abrió la mirada a un nuevo mundo, y permitió conectar con él como nunca antes Anekke y Towanda lo habían estado. Entendieron el lugar donde vivían, su energía, y la importancia de amar las pequeñas cosas, y es que al final, son estas las que nos hacen sentir grandes.